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¿Quién hace la discriminación?: la falta de accesibilidad y empatía que convierte a Copiapó en una ciudad totalmente poco inclusiva

POR CATALINA ELÍAS URRUTIA.-

 

El sol aún no alcanza su máximo esplendor y la ciudad empieza a funcionar tal cual como un miércoles al mediodía. Los autos circulan, la gente pasa y los restaurantes y locales comerciales abren sus puertas al público siguiendo su rutina diaria, haciendo parecer un comportamiento casi automático que Copiapó y su gente tiene en su día a día sin mayores problemas.

Todos comienzan a moverse a pesar de los “pequeños” detalles de la comuna: veredas desiguales, hundimientos en las calzadas y ruidos que pueden llegar a confundir, sólo por mencionar algunos. Claro, pues, ningún lugar es perfecto, pero estos parecieran no imposibilitar nada ni requerir atención o arreglo inmediato. 

Al menos eso piensan muchos, pero en la intersección de las calles Rodríguez con Vallejos, a las afueras de la puerta de su hogar en el sector centro de la ciudad, Alejandro vive diariamente una situación distinta. 

Copiapino y kinesiólogo de profesión, actualmente trabaja en la Seremía de Desarrollo Social de Atacama, que se ubica en el imponente edificio azul de la Delegación Presidencial de Atacama, ubicado en frente de la plaza de armas de la capital regional. Es decir, a tan solo tres cuadras de distancia.

Se encuentra a punto de comenzar el recorrido diario que realiza todos los días con su bastón en mano, pues, Alejandro es una persona que vive desde hace aproximadamente dos años con discapacidad visual, teniendo solo 10% de visibilidad en uno de sus ojos.

Solo en una cuadra, Alejandro debe enfrentar diversos obstáculos presentes solo por la mala gestión humana. Letreros de restaurantes que indican los menús, puestos por sobre la guía que él utiliza en la vereda, cortinas de puertas metálicas de negocios que, una vez abiertas, quedan sobresalidas para la vereda y con las que choca frecuentemente, falta de baldosas que cortan el flujo de la guía en el piso y, lo más indignante, es la interrupción que las guías en el piso por tapas de alcantarillado. Dando cuenta así de una mala gestión urbana que no da cuenta de una eficiencia en el uso de la accesibilidad. 

 

 

“No solo se trata de poner adoquines y guías en el piso, sino que funcionen”, exclama Alejandro, y todo esto, presente solo en la que él considera como la mejor vereda en temas de accesibilidad para personas con discapacidad visual en Atacama. “Si esta es la mejor, imagínate las demás”, cuenta Alejandro con preocupación.

Ante esto, Alejandro destaca que no solo es un obstáculo y una amenaza lo que se encuentra a nivel de piso. “Con mi bastón solo puedo identificar lo que hay abajo, pero ¿Qué pasa con lo que hay más arriba?. Puedo saber que en la orilla de la vereda hay un árbol, pero nada me dice que ese árbol arriba está torcido y que chocaré con él, una situación que me ha pasado decenas de veces fuera del museo mineralógico ubicado en calle Colipí”, indica.

 

 

Y es que estos “detalles” que la planificación urbana pasa por alto, para Alejandro Incluso ha llegado a lesiones físicas. “Por ejemplo antes me iba por otro camino, y en la esquina diagonal a mi casa –intersección de Rodríguez con Vallejos– hay un poste de luz en medio de la cuadra, algo que claramente no debiese estar ahí. Y con mi bastón pude identificarlo un día que venía hacia mi trabajo, pero no pude hacer lo mismo con la caja metálica de electricidad puesta en medio del pilar, por lo que choqué con él y me causé una herida cortante con el metal en mi pecho que hasta hoy está sanando”, relata. 

Pues, Alejandro dice sentirse seguro solo en el nuevo recorrido que realiza diariamente a su trabajo, a pesar de todos los inconvenientes y amenazas que tiene. Pero más allá del recorrido entre su hogar y su trabajo, no puede movilizarse sin ayuda de alguien de su red de apoyo debido no solo a la falta de guías y adoquines en las veredas de la ciudad, los semáforos insonoros y los problemas en el pavimento, sino que también debido a la ocupación irregular de muchas de las veredas que impiden que pueda transitar de forma cómoda y segura. 

Un ejemplo claro de ello es el comercio ilegal, que altera el espacio y que le impide utilizar el bastón para poder movilizarse. A todo esto, se suma otro factor fundamental, y que no depende de ninguna política pública: la disposición y el “sentido común” de la gente. Tan solo en las pocas horas que acompañamos a Alejandro para poder construir este reportaje vivencial, dos personas lo empujaron sin detenerse a dar cuenta que fue un accidente, sin contar a quienes estuvieron cerca de chocar con él por no cambiar en nada su caminata, a pesar de verlo desde lejos con su bastón.

“Entonces aquí la pregunta es, ¿Quién hace la discapacidad?, porque no es que yo no pueda hacer mis cosas o trámites solo, sino que no que el contexto no me entrega las condiciones para aquello, y termino dependiendo del apoyo de alguien más”, expresa.

 

Respecto al ámbito laboral, Alejandro destaca positivamente las gestiones que se realizan en torno a sus necesidades, considerando que es el único trabajador del recinto que cuenta con discapacidad visual, cuyo lugar de trabajo se ubica específicamente en el cuarto piso.  “Antes, cuando se descomponía el ascensor, se demoraba bastante tiempo en estar listo de nuevo. Pero ahora, cada vez que tiene fallas, las resuelven mucho más rápido y eso me hace sentir cómodo”.

Aunque, si bien hay buenas intenciones, la falta de interiorización de una completa inclusión no deja exento de nuevos obstáculos a Alejandro y a quienes viven en situación de discapacidad. 

“Por ejemplo, en el contexto del Censo 2024, dejaron fuera de la delegación presidencial una puerta decorativa de tamaño real que tenía un logo, haciendo una invitación a participar de este proceso, pero la dejaron en el lugar por donde yo ingreso todos los días al edificio, e incluso llegué a chocar con ella. La sacaron inmediatamente luego de hacer mi reclamo, no lo niego, pero esas son cosas que no debieran pasar desde un principio”. 

Desde una mirada mas gubernamental, conversamos sobre esto con la Seremi de Desarrollo Social y Familia, Yosselin Moyano, quién afirmó que, como gobierno, hemos avanzado en políticas tan importante como la estrategias locales inclusivas, que incorporan dentro de otros aspectos la creación de salas de rehabilitación con base comunitaria, orientado en niños, niñas y adolescentes con discapacidad. Contamos con este dispositivo en alianza con la I.Municipalidad de Copiapó y el SENADIS, servicio público dependiente del Ministerio de Desarrollo Social”.

“Del mismo modo financiamos programas como los fondos de desarrollo inclusivo y de tránsito a la vida independiente, por medio del cual se apoya a personas con discapacidad para alcanzar la autonomía y el pleno desarrollo.  Estos son solo algunas de las acciones que desarrollamos en Copiapó y en la mayor parte de las comunas de la región de Atacama”, dio cuenta la autoridad, quién agregó que, en este momento, se encuentran vigentes las postulaciones para las ayudas técnicas fundamentales para la accesibilidad de las personas con discapacidad en la página de www.senadis.gob.cl.

“La accesibilidad universal es un desafío permanente no solo del Estado, sino de la sociedad en su conjunto, muchas de las barreras de discriminación son también de carácter cultural y comunitario. Es por ello, que impulsamos hoy en Atacama la Red Cuidar, política regional de cuidados que conversa con la política nacional Chile Cuida y tiene por objeto apalancamiento de recursos desde los Gobiernos Regionales para avanzar hacia una Atacama más inclusiva. Ello nos permitirá ampliar aún más los programas sociales orientados a las personas con discapacidad”, añadió Moyano.

Así, la Seremi finalmente concluyó reafirmando que la accesibilidad “es una consideración transversal en las políticas públicas que impulsa el gobierno, donde seguiremos articulando e impulsando políticas sociales para un Copiapó y un Atacama plenamente inclusivo”. 

Pero una mirada más crítica es la que presenta Rosita Quevedo Bustamante, quién se desempeña como asistente social con una trayectoria de más de 45 años como funcionaria pública, y que lleva 26 años liderando la mesa regional de la discapacidad. De acuerdo con Quevedo, la solución a todos estos obstáculos que permitirían una sociedad más inclusiva “van en la voluntad de hacer bien las cosas de parte de las autoridades, tanto en arquitectura como en la disposición de los espacios”.

Asimismo, Rosita considera que no se está “realizando un trabajo consciente ni mirando hacia el futuro, donde se trabaje pensando en las necesidades que tendremos nosotros como adultos mayores y quienes nos siguen. Desde hace más de 20 años que no se han visto muchos cambios en estas materias”.

“Uno no necesita que te cuiden, sino que te apoyen.”, da cuenta Alejandro, que intenta ver con optimismo el futuro para quienes viven con discapacidad visual al igual que él, con la esperanza de que el tema de la inclusión y la accesibilidad se pongan en la mesa en un año de elecciones municipales y, ojalá, suceda lo mismo a nivel país.