Región - Actualidad

8M: NADA QUE CELEBRAR

POR GUILLERMO NAMOR KONG,
CANDIDATO INDEPENDIENTE A LA
CONVENCIÓN CONSTITUYENTE POR ATACAMA
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En Chile las mujeres aún no son tratadas con la dignidad que les corresponde por el solo hecho de ser personas. Son los mismos políticos que se vanaglorian de la importancia de la familia, aquellos que han institucionalizado a la familia -en muchos casos- como una consecuencia impuesta. Los mismos que se niegan a legislar sobre aborto, hablando de la vida y la tortura a esas vidas incipientes, pero no dudan en tratar a la mujer como un simple contendor de algo que potencialmente puede ser una persona o dada la complejidad del proceso biológico de anidación, nada más que un tumor.

Aquellos que profesan la doctrina de la ignorancia, y no entienden la obvia distinción entre un homicidio y un aborto, mientras siguen enseñando en escuelas el clásico video de un feto llorando que por favor que no lo maten, cuando inclusive los doctores más conservadores son explícitos en señalar que no siente dolor sino después de las 26 semanas de gestación.

Políticos aún vigentes que no logran ver un problema de fondo cuya solución nos concierne a todos, o ¿Qué creen que sucedería si un día todas las mujeres del país decidieran por un día dejar de hacer lo que por años hemos creído les venía impuesto al nacer? Imaginemos por un momento a una mujer común nacida en el año 1950, educada con una serie de sesgos de género que repercutieron en la elección de su proyecto de vida, privada de cualquier tipo de educación sexual y de toda posibilidad de decidir sobre su cuerpo, no solo por el castigo penal aún existente sino tambien por su situación socioeconómica que no le permitía acceder a los abortos que se hacen en el barrio alto. Una mujer común que termino casada a una joven edad, marginada del ámbito laboral y anclada al trabajo reproductivo, ese que no se paga ni tiene horarios, el de cocinar, mantener el orden del hogar y contener emocionalmente y cuidar a toda una familia. La misma que creció en un país donde no podía divorciarse, y debía someterse a diversas situaciones de violencia intrafamiliar por parte de un marido que la golpeaba y trataba como un ser sin opinión, solo porque “él pone el pan en la mesa”.

Pensemos en esas mujeres que debieron criar solas a sus hijos, viviendo el yugo de la brecha salarial y la falta de empleo porque el post-natal sigue radicado en el empleador de ella. Esa mujer que creció en una cultura que la obliga a ser incondicional y la trataba de desnaturalizada si dejaba a los hijos con el padre, mientras muchos hombres aún creen que pagar un pensión es ser papá. Hoy vivimos una transformación cultural, y son muchas las lideresas que están impulsando un cambio profundo, sin embargo: ¿De verdad aún hay gente que le sigue molestando ver a miles de mujeres exigir lo justo?.

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