Conmemoración del centenario de monseñor Fernando Ariztía en la Alameda de Copiapó
La diócesis de Copiapó organizó una emotiva liturgia en la Alameda de la ciudad para conmemorar los cien años del nacimiento del monseñor Fernando Ariztía, una figura clave en la historia religiosa de la región y del país.
Por Felipe Mery Tapia.
La ceremonia se realizó en la estatua de monseñor Fernando Ariztía, ubicada en Rancagua 215, frente a la Iglesia San Francisco, un símbolo tangible de su legado en la comunidad copiapina.
La liturgia fue presidida por el padre Guido Castagna, acompañado por el padre Juan Barraza, párroco de Caldera, y el padre Francisco Javier Medina, rector del Santuario de La Candelaria. Además, contó con la presencia del coro infantil y juvenil del Centro Familiar Vicentino, compuesto por niñas y niños que residen en la toma del sector Alto Andacollo.
También estuvieron presentes Mario Silva Álvarez, administrador del Gobierno Regional de Atacama, junto a Mauricio Ceriche, gerente de la Corporación Cultural de la Municipalidad de Copiapó, quien representó al alcalde y al municipio en este homenaje, entre otras destacadas autoridades.
Con una mirada nostálgica, la instancia recordó al monseñor Fernando Ariztía como un pastor que nunca se alejó de su pueblo. Su legado quedó marcado por la cercanía con los más humildes, la valentía ante la injusticia y su incansable lucha por los derechos humanos, incluso en los tiempos más oscuros de Chile. Fue un hombre que caminó junto a los suyos, que compartió el pan con el minero, el temporero y el obrero cansado, y que levantó la voz por aquellos que no tenían voz.
Durante sus años como obispo de Copiapó, su compromiso con la comunidad se reflejó en cada gesto, en cada palabra y en cada acción, convirtiéndose en un símbolo de coraje y humildad. Hoy, su espíritu sigue presente en las calles de Atacama, en cada causa justa y en cada corazón que decide servir a los demás.
La liturgia no solo sirvió para recordar la vida y obra del obispo, sino también para reflexionar sobre su impacto a nivel nacional, dejando una huella imborrable en la historia eclesiástica de Chile.